Odiarnos resulta insoportable y por ello proyectamos nuestro odio hacia los demás. Preferimos ser víctimas del mundo que de nosotros mismos y le echamos la culpa al mundo para evitar el dolor que representaría tener que aceptarnos a nosotros mismos.
Odiarnos resulta insoportable y por ello proyectamos nuestro odio hacia los demás. Preferimos ser víctimas del mundo que de nosotros mismos y le echamos la culpa al mundo para evitar el dolor que representaría tener que aceptarnos a nosotros mismos.