El Teatro de Nuestro Mundo Interior

Imagina por un momento que tu mundo interior es un gran teatro. Al correrse el telón, un elenco de actores sube al escenario. Estos actores son tus partes.

Algunos acaparan el centro de la escena con papeles protagónicos: el Crítico severo, el Perfeccionista incansable, el Ansioso que anticipa peligros, o esa parte que siempre busca complacer a los demás. Otros actores permanecen en las sombras, guardando viejas heridas. Todos, sin excepción, son increíblemente dedicados y trabajan sin descanso, creyendo que su papel es vital para que la obra —tu vida— pueda continuar.

Durante mucho tiempo, hemos creído que estos actores son el personaje que interpretan. Pero la verdad es más profunda: detrás de cada máscara hay un actor talentoso, con dones y sabiduría, que se ha visto atrapado en un rol extremo y agotador para proteger el sistema.

Y entonces, ¿quién podría dirigir esta compleja obra?

Tú. Tu Ser esencial, tu Self, es el Director Compasivo esperando tomar su lugar en este teatro. Al principio, quizás el director se ha ausentado, o ha estado eclipsado por el ajetreo del escenario. Nuestro camino es permitir que ese Director recién llegado se interiorice, conozca la obra, a los personajes y a sus actores.

Un director que no se sienta a juzgar la actuación, a criticar el guion o a despedir a los actores. Por el contrario, ocupa su butaca con una presencia calmada y espaciosa. Su única herramienta es una curiosidad infinita y un profundo aprecio por cada miembro de su elenco. Se acerca al actor que interpreta al Crítico y, en lugar de callarlo, lo mira con genuino interés, invitándolo a contarle sobre su trabajo: en qué consiste, desde cuándo lo hace, qué le gusta o no de su rol.

El objetivo de nuestro trabajo interior no es vaciar el escenario, sino transformar la obra desde adentro. Se trata de que el Director (el Self) establezca una relación de confianza con cada actor (cada parte). Es un proceso para escuchar sus historias, validar sus miedos, agradecerles por su arduo servicio y, finalmente, liberarlos de sus papeles agotadores para que puedan revelar sus verdaderos dones.

Cuando el Director ocupa su silla con sabiduría y amor, la obra deja de ser un drama repetitivo. El guion se vuelve más flexible, la puesta en escena más creativa y la historia, inmensamente más auténtica. Se convierte, al fin, en el arte de tu vida.

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