Cuando hablamos de trauma psicológico, no solo hablamos de recuerdos dolorosos: hablamos de huellas profundas en el cuerpo, la mente y la forma de relacionarnos. Existen múltiples caminos para sanar esas heridas, y entre ellos dos han demostrado gran potencia: EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) e Internal Family Systems (IFS).
Aunque se trata de modelos diferentes, su combinación resulta sorprendentemente natural y enriquecedora.
Un vistazo rápido a EMDR
EMDR nació en los años 80 de la mano de Francine Shapiro. Su descubrimiento fue que los movimientos oculares bilaterales (o formas similares de estimulación bilateral) ayudaban a reprocesar recuerdos traumáticos, reduciendo la carga emocional asociada.
Hoy, EMDR cuenta con una sólida base científica y está reconocido internacionalmente como una de las terapias más eficaces para el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Su fuerza está en la rapidez y eficacia con la que puede acceder al material traumático y reprocesarlo.
Un vistazo rápido a IFS
IFS, creado por Richard Schwartz, parte de la idea de que dentro de cada persona conviven múltiples partes internas: algunas nos protegen, otras cargan con el dolor, otras critican o exigen. Y, más allá de todas ellas, existe un núcleo sano y compasivo: el Self.
El proceso terapéutico en IFS consiste en establecer un vínculo de respeto y compasión con cada parte, hasta que el Self pueda liderar el sistema interno. Su fortaleza está en ofrecer profundidad relacional y un marco seguro donde todo lo que aparece es bienvenido.
¿Por qué se complementan tan bien?
- Velocidad y profundidad juntas
- EMDR puede agilizar el reprocesamiento de recuerdos traumáticos.
- IFS ofrece el espacio para escuchar a todas las partes que se activan en ese proceso, asegurando que ninguna quede relegada.
- Acceso al trauma sin desbordar
- EMDR activa memorias intensas.
- IFS ayuda a negociar con los protectores y a dar contención a los exiliados, evitando que el sistema se sienta invadido o forzado.
- Evidencia y flexibilidad
- EMDR aporta el respaldo de décadas de investigación clínica.
- IFS complementa con un enfoque relacional, flexible y profundamente humano.
Un ejemplo integrador
Imaginemos un cliente que revive un recuerdo traumático en EMDR. Una parte protectora se activa con fuerza y quiere detener la sesión.
- Con IFS, el terapeuta puede dialogar con esa parte, reconocer su intención positiva y darle un lugar.
- Al sentirse vista y respetada, la parte permite continuar el trabajo, y EMDR puede seguir su curso sin forzar.
El resultado: un proceso más rápido, pero también más seguro y compasivo.
Conclusión: Dos Caminos, un Mismo Destino
IFS y EMDR no compiten: se nutren mutuamente.
- EMDR nos regala eficacia y evidencia científica.
- IFS nos ofrece contención, respeto y la guía del Self.
Juntos, representan un enfoque poderoso para acompañar a las personas en la sanación del trauma, combinando la rapidez del reprocesamiento con la profundidad de la relación interna.