En el modelo de Sistemas de la Familia Interna (IFS), hay múltiples caminos para acceder al Self. Pero en los momentos de mayor necesidad, cuando una parte toma el control y perdemos contacto con nuestro centro, podemos recurrir a una clave suprema: un gesto simple, radical y profundamente transformador.
1. Notar la parte en tu cuerpo
El primer paso es detenerte un instante y observar: ¿dónde siento esta parte en mi cuerpo? Tal vez en el pecho, en la garganta, en el estómago o como un nudo en la espalda. Localizarla ya genera un pequeño espacio de conciencia.
2. Nombrarla con suavidad
Podés darle un nombre sencillo: “mi parte ansiosa”, “mi crítico”, “mi impaciente”. Nombrarla no significa etiquetarla para siempre, sino reconocer que está presente en este momento.
3. Validar lo que siente
Decirle internamente “entiendo que te sientas así” abre la puerta al respeto. Validar no implica estar de acuerdo, sino reconocer que lo que esa parte siente es real para ella.
4. Reconocer su buena intención
Toda parte, incluso la más incómoda, actúa con una intención positiva: protegerte de un dolor mayor, evitarte un riesgo, recordarte algo importante. Reconocer esa intención transforma por completo la relación.
5. Agradecer
Un simple “gracias por tu esfuerzo” desarma la lucha. Agradecerle a la parte le permite relajarse y abre espacio para que emerja el Self: esa presencia calmada, curiosa y compasiva que somos en lo más profundo.
El fruto de este gesto radical
Cuando realizamos estos pasos, aunque sea en unos segundos, algo cambia: dejamos de estar fusionados con la parte y recuperamos el acceso al Self. No es magia ni un atajo: es el reconocimiento de que el Self ya está en nosotros, esperando el momento de ocupar su lugar.
👉 Esta clave suprema no reemplaza el proceso terapéutico completo, pero sí puede ser un recordatorio poderoso en la vida cotidiana: notar, nombrar, validar, reconocer y agradecer. Un gesto sencillo que abre espacio al Self y nos devuelve la calma.