IFS se ha convertido en una de las terapias más potentes y transformadoras de la actualidad. Parte de su belleza reside en una afirmación radical: todos tenemos un Self interno que, al estar en la posición de liderazgo, puede generar las condiciones necesarias para que nuestras partes se abran, se expresen, se reparen y se integren.
Sin embargo, en la práctica, hay situaciones donde esa premisa no se concreta de inmediato. Especialmente con personas que han atravesado trauma temprano, negligencia profunda, vínculos que nunca llegaron a formarse del todo, o experiencias donde ni siquiera existió un otro humano sensible que reflejara o acompañara mínimamente.
Cuando hay partes que no confían en el Self del cliente
En estos casos, no alcanza con que el terapeuta diga: “Pedile permiso a la parte”, o “¿podés observarla desde tu Self?”. Puede que no haya acceso. O que el acceso esté extremadamente limitado, lejano, difuso o teñido de blendings invisibles.
Y muchas veces, no porque el Self del cliente no exista o no esté presente —sino porque las partes no confían en él. No confían en que las pueda cuidar, proteger o sostener. Porque cuando todo se desmoronó, ese Self no apareció. Y para esas partes, especialmente las más pequeñas o preverbales, la idea de entregarse a un liderazgo interno que “no estuvo” puede ser imposible, incluso peligrosa.
En algunos casos, no es solo que el Self no apareció: es que nunca hubo una experiencia interna asociada a su sostén. El sistema no tiene memoria de un liderazgo interno confiable, simplemente porque nunca ocurrió. Las partes no rechazan al Self por obstinación, sino porque no hay historia emocional que respalde su existencia como figura segura.
¿Hay historia de sostén interno?
En IFS no hablamos de un Self con memoria biográfica, pero sí de la sensación interna que tienen las partes de haber sido acompañadas desde un lugar confiable. Podés explorar esto con un pequeño autocuestionario como este:
- ¿Alguna parte recuerda haber sentido calma auténtica, sin estar forzada ni desconectada?
- ¿Hay algún recuerdo o sensación interna de haber sido acompañado/a con ternura o comprensión?
- ¿Qué sienten las partes si les decís que pueden dejarse cuidar por el Self del cliente?
- ¿Sentís que el Self ha estado presente en momentos difíciles… o más bien ausente?
- ¿Hay alguna parte que sienta que está sola desde siempre, que nunca hubo nadie?
Si hay respuestas como vacío, desconfianza, no lo conozco, suena absurdo, es probable que no haya una historia de apego interno con el Self.
Y en esos casos, la relación con el terapeuta puede ser el primer lugar donde nazca esa historia.
Entonces… ¿quién lidera en ese momento?
Ahí es donde el Self del terapeuta puede convertirse, momentáneamente, en un anclaje externo que permita la aparición progresiva del Self interno del cliente.
“Antes de permitir que el cliente acceda a su Yo, la mayoría de los protectores necesitan sentir que el terapeuta es seguro, digno de confianza, confiado y compasivo. Necesitan conocer al terapeuta.”
(Schwartz, Sweezy & Anderson, Terapia IFS)
“Para que estas partes se sientan lo suficientemente seguras como para participar en la terapia, necesitan construir una relación directa y de confianza con el terapeuta.”
(Schwartz, Sweezy & Anderson, Terapia IFS)
Esto no contradice el modelo. Está contemplado. Pero rara vez se le da la visibilidad o el desarrollo clínico que merece.
Porque para algunas partes, la presencia del Self del terapeuta es lo primero que se necesita para que se animen a mostrarse.
El terapeuta como figura de apego temporal
“El Self del terapeuta puede convertirse temporalmente en la figura de apego principal para las partes del cliente, facilitando su experiencia directa de seguridad y cuidado. Esta interacción directa es vital para que las partes, especialmente las preverbales, puedan comunicar sus historias y necesidades.”
(Schwartz, Sweezy & Anderson, Terapia IFS)
“El Yo del terapeuta puede necesitar ser una figura de apego principal para las partes del cliente por un tiempo. Esto es solo hasta que las partes del cliente estén dispuestas a dejar que el Yo del cliente tome la iniciativa.”
(Schwartz, Sweezy & Anderson, Terapia IFS)
IFS es claro en que esta no es la meta, sino el puente. Pero un puente real, concreto, necesario y que no debería minimizarse.
Algo importante para terapeutas: solemos intentar enseguida establecer la relación parte-Self dentro del cliente, siguiendo lo que el modelo generalmente propone.
Sin embargo, cuando estamos trabajando con trauma temprano o partes muy pequeñas y preverbales, puede ser crucial primero establecer un vínculo externo fuerte y seguro con el terapeuta.
Solo después de que estas partes hayan experimentado esta seguridad y confianza en el vínculo externo, estarán listas para explorar con tranquilidad el vínculo interno con el Self del cliente.
¿Y los protectores?
También es importante decirlo: algunos protectores desean esta conexión externa con el terapeuta.
No para ser “rescatados”, sino para poder relajarse por fin. Para dejar de sostener solos el sistema. Para tener una experiencia viva de confianza en un otro que no los va a empujar, invadir o traicionar.
Esa experiencia, encarnada desde el Self del terapeuta, puede ser la que abra el camino para que ese mismo protector empiece a buscar —y a encontrar— al Self del cliente.
Pero sin esa confianza previa, algunas partes no van a soltar el control.
El vínculo primero, el Self después
A veces hace falta más que presencia energética o encarnar cualidades.
Hace falta un vínculo real. Un sostén humano. Un terapeuta con su Self encendido, sí, pero también con disponibilidad, calidez y coraje para sostener ese espacio de apego reparador cuando es necesario.
Y hace falta reconocer algo más: que no todos los clientes están listos para conectar con su Self de inmediato,
ni todos los terapeutas tienen acceso automático al propio Self en esas situaciones difíciles.
Eso también es parte del modelo.
Una conexión verdadera
Este artículo pone el foco donde a veces se corre la mirada: en las partes que no llegan al Self porque nunca hubo nadie.
Y en la responsabilidad del terapeuta de encarnar, por un tiempo, esa figura que faltó.
No para quedarse ahí, sino para que el sistema, por fin, pueda abrirse desde un lugar seguro.
Porque hay momentos en que el Self necesita ayuda, y eso también es IFS.
Para que más partes puedan llegar al Self, a veces primero necesitan llegar a alguien.