Hay un momento en la práctica con el modelo IFS que puede ser tan revelador como desconcertante: darse cuenta de que uno ha estado mezclado con una parte… sin saberlo. Le pasó a Frank Anderson —referente central en el enfoque— durante su formación de Nivel 2. Lo cuenta con honestidad: hasta ese día, pensaba que estaba trabajando desde el Self. Pero lo que en realidad estaba haciendo era actuar desde una parte muy entrenada, eficiente, protectora. Una parte tan funcional que hasta él la confundía con el Self.
Y lo más importante: eso nos pasa a todos.
Creés que sos vos… y es una parte
Una parte mezclada no se siente como una parte. Se siente como “yo”.
No se presenta diciendo “Hola, soy una parte que quiere controlar esto”, sino que simplemente actúa:
“Tengo que resolver esto.”
“No entiendo por qué me siento así.”
“Esto no debería estar pasando.”
“Ya debería haberlo superado.”
Las partes mezcladas no siempre están desbordadas. Algunas están tan pulidas, tan adaptadas, tan responsables, que se sienten como nuestro centro. Pero hay un detalle sutil: no hay espacio. No hay curiosidad. No hay ligereza. Solo hay exigencia, análisis o urgencia.
¿Cómo se nota que el Self empieza a aparecer?
No es un cambio dramático. No hay música celestial. A veces solo aparece una pregunta que afloja la tensión:
- “¿Qué parte está tan activa ahora?”
- “¿Qué estoy queriendo evitar?”
- “¿Qué parte de mí no quiere que me equivoque?”
Y entonces sucede algo simple pero inmenso: se abre un poco de espacio.
Y ese espacio ya no es la parte.
Ese espacio es Self.
La paradoja: para separarse de una parte, no hace falta saber cuál es
Muchos dicen:
“Estoy mezclado, pero no sé con qué parte.”
Eso está bien. No hace falta saberlo al principio.
Solo hace falta reconocer que hay algo más que lo que está al mando. Y que ese “algo más” no necesita resolver nada todavía. Solo necesita mirar, estar, acompañar.
La sola conciencia de que puedo no ser lo que estoy sintiendo ya es un acto del Self.
La parte que quiere hacerlo bien
En mi experiencia —y tal vez también en la tuya— una de las partes más difíciles de distinguir es la que quiere hacer las cosas bien. La que quiere sanar. La que quiere entender. La que quiere ayudar a otros, incluso. A veces esa parte nos ha acompañado toda la vida. Nos da estructura, claridad, dirección. Pero también nos exige. No tolera el vacío. No sabe descansar. Y a veces —sin saberlo— nos impide sentir.
Cuando una parte como esa se da cuenta de que puede confiar en el Self, que no tiene que cargar con todo… muchas veces llora. No porque esté herida, sino porque por fin puede bajar los brazos.
Una invitación práctica
Si sentís que algo no anda, pero no sabés qué parte está ahí, probá con esta pregunta sencilla:
¿Qué siento hacia esto que estoy experimentando?
Si hay juicio, impaciencia, vergüenza, necesidad de entender, es probable que estés mezclado.
Pero si aparece un poco de calma, de curiosidad, de compasión… entonces el Self ya está ahí, aunque sea solo un poco.
Conclusión: No es grave estar mezclado. Es humano.
Estar mezclado es parte del proceso. No es un error. No significa que estés “haciendo mal” el trabajo.
A veces, estar mezclado es simplemente el sistema diciéndote: “Todavía no confío del todo”.
Y el Self no fuerza esa confianza. La cultiva.
IFS no nos pide que estemos en Self todo el tiempo.
Nos invita a reconocer cuando no lo estamos, y desde ahí… abrir espacio.
Y a veces, como Frank Anderson, ese momento llega cuando menos lo esperamos. Y nos cambia para siempre.