Una de las experiencias más particulares del enfoque IFS es que el encuentro con nuestras partes no ocurre solamente en el plano emocional o mental. También sucede en un espacio interno vivido como tridimensional. No es raro que, al entrar en contacto con una parte, esa parte se ubique en algún lugar específico de nuestra percepción interna:
“La veo delante mío.”
“La siento a la derecha.”
“Está escondida en el pecho.”
“Me habla desde atrás.”
Estas ubicaciones no son solo simbólicas: son vivencias corporales reales, que muchas personas reconocen sin esfuerzo. Lo que aparece no es solo un contenido emocional o un pensamiento, sino una presencia con forma, dirección y distancia.
Un escenario vivo
Podemos imaginar este espacio como un escenario interno donde las partes se manifiestan. Algunas son intensas o invasivas; otras apenas visibles. Algunas están muy cerca; otras se alejan. El cuerpo funciona como un mapa: las partes se alojan o se expresan desde zonas físicas que actúan como puertas de entrada al sistema.
Y lo más interesante es que no solo vemos a las partes: nos relacionamos con ellas dentro de ese espacio.
Imágenes internas que nos conectan
Cuando dirigimos la atención hacia este escenario interior, no es raro que aparezca una imagen representativa de la parte con la que estamos conectando. Podemos ver a un niño interno, a una figura protectora, a un adolescente retraído, a una parte enojada que se mantiene a distancia. Y esa imagen, lejos de ser una fantasía vacía, es una vía concreta de conexión emocional y energética.
En esa visión interna:
- Podemos acercarnos o mantener cierta distancia.
- Podemos agacharnos para estar con nuestro niño interno, o incluso alzarlo y cargarlo, sintiendo cómo se acomoda en nuestros brazos.
- Podemos caminar hacia una parte que se muestra lejana, o invitarla a sentarse con nosotros.
Este tipo de interacción no necesita explicación racional: se siente real, y para el sistema interno, muchas veces es suficiente. La parte recibe el gesto. La energía cambia.
Crear lugares seguros para nuestras partes
Dentro de este espacio interno, lo que imaginamos puede tener efecto real. Si una parte está vulnerable, podemos llevarla a un lugar seguro que imaginamos especialmente para ella:
- Una cuna tibia en un dormitorio acogedor.
- Un jardín amplio y luminoso donde sentarnos juntos.
- Una casita en el bosque donde esa parte pueda descansar sin ser molestada.
Y también podemos hacerle un regalo:
- Una flor.
- Un objeto mágico.
- Un juguete que siempre quiso y nunca tuvo.
Estos gestos simbólicos, cuando surgen con autenticidad, pueden tener un valor reparador inmenso. Las partes no necesitan explicaciones complejas: necesitan sentir que son vistas, recibidas y queridas.
El Self está, aunque no se vea
En este espacio interno, las partes se muestran, pero el Self no se ve. No tiene forma ni ubicación definida. Y sin embargo, está presente.
Es quien observa, quien escucha, quien se relaciona sin juzgar.
Sos vos, en tu estado más abierto, consciente y disponible.
Podés notar que el Self está presente cuando te preguntás:
¿Qué siento hacia esta parte que estoy observando?
Y si al hacerlo, aparece en vos alguna de las ocho cualidades del Self —como la calma, la compasión, la claridad, la curiosidad, la confianza, la creatividad, la valentía o la conexión—, entonces sabés que ya estás ahí, en relación desde el lugar interno adecuado.
Un lugar donde sanar desde adentro
En este espacio interno tridimensional, vos sos quien contiene.
Sos quien se acerca con cuidado, quien ofrece un regalo, un refugio o un abrazo interno.
Sos quien sostiene el vínculo con cada parte.
Cuando estás presente desde el Self, te convertís en el terapeuta de vos mismo.
Esa es una de las riquezas más profundas del enfoque IFS: que no hace falta tener siempre a alguien afuera guiando el proceso. Podés aprender a estar con tus partes desde adentro, en este escenario interno donde imaginar es un acto de cuidado, y sentir es el camino de vuelta a casa.
🌀 Ejercicio vivencial: acercarte a una parte en tu espacio interno
Te propongo probar ahora, de forma sencilla:
- Cerrá los ojos por un momento y respirá hondo un par de veces.
- Permití que aparezca una parte de vos que últimamente haya estado activa. Puede ser una parte preocupada, triste, cansada o exigente.
- Observá dónde la sentís o cómo se presenta. ¿Tiene forma? ¿Está cerca o lejos? ¿Arriba, abajo, a un lado?
- Desde tu presencia actual, sin prisa, acercate. Podés hablarle o simplemente estar cerca con tu atención amable.
- Si sentís que esa parte lo necesita, imaginá un lugar seguro para ella. Puede ser un rincón acogedor, un paisaje sereno o un espacio creado especialmente para que se sienta protegida.
- Si lo sentís, ofrecé un regalo simbólico: una flor, una manta, una palabra. Algo que tenga sentido para ella.
- Preguntate suavemente: ¿Qué siento hacia esta parte?
Si sentís alguna de estas cualidades —calma, claridad, compasión, curiosidad, confianza, valentía, conexión o creatividad—, entonces sabés que el Self está presente. - Quedate unos momentos ahí, simplemente acompañando. Luego, agradecé el momento y volvé lentamente a tu presente.