Cuando sin querer hacemos lo que más queríamos evitar

Cómo algunas partes nuestras refuerzan el problema que intentan resolver

Hay algo curioso que hacemos muchas personas. Una parte nuestra quiere protegernos, evitar que suframos, cuidarnos. Pero lo que termina haciendo… es exactamente lo contrario.

Queremos evitar la vergüenza, y terminamos criticándonos sin piedad.
Queremos evitar el rechazo, y terminamos aislándonos.
Queremos evitar sentirnos débiles, y nos esforzamos tanto que colapsamos.

No es una locura, ni un error. Es una paradoja interna. Y a todos nos pasa.

Por suerte, no hace falta entender toda la psicología para empezar a ver esto en uno mismo. A veces, alcanza con hacerse tres preguntas.


Tres preguntas para darte cuenta

Te propongo que tomes un momento y mires con curiosidad:

  1. ¿Qué estoy evitando a toda costa?
        — Sentirme mal, ser rechazado, equivocarme, estar solo…
  2. ¿Qué estoy haciendo para evitar eso?
        — Me esfuerzo sin parar, me callo, controlo todo, critico, me distraigo…
  3. ¿Qué termina pasando igual (o peor)?
        — Me agoto, me aíslo, me bloqueo, me siento más solo o más culpable.

Si notás que tus intentos por “protegerte” te están dejando peor… es porque hay una parte tuya que está actuando con buenas intenciones, pero usando una estrategia antigua, que ya no sirve.


Lo que hacen estas partes

Estas partes protectoras suelen aparecer rápido. No piensan mucho: actúan.
No consultan con nadie, no preguntan si todavía es necesario lo que hacen.
Solo saben que hay algo que duele —o que podría doler— y se activan para evitarlo.

Pero en lugar de aliviar el dolor, muchas veces lo refuerzan.
Porque siguen usando el mismo recurso que una vez sirvió… cuando eras otra persona, en otra etapa, en otro contexto.


Ejemplos que quizá te suenen

  • Una parte tuya tiene miedo al rechazo. Y para evitarlo, te cerrás, ponés una máscara, tratás de agradar. Pero al hacerlo, nadie llega a conocerte realmente… y eso duele más.
  • Una parte no soporta la idea de que te critiquen. Así que te exige, te presiona, te juzga antes que nadie. Pero en lugar de evitar la crítica, vivís con una interna constante.
  • Una parte teme los conflictos. Así que evitás hablar. Pero lo que callás, se acumula… y termina saliendo mal, o en el momento menos esperado.

¿Por qué lo hacen?

Porque alguna vez fue necesario.
Porque no saben que hay otra forma.
Porque creen que si se detienen, todo va a desmoronarse.

Y sobre todo, porque nadie las escuchó lo suficiente como para mostrarles otra opción.

Estas partes protectoras no son enemigas. Son partes cansadas, confundidas, a veces desesperadas. Lo que necesitan no es que las desplaces o las reprimas, sino que las veas, las escuches y las acompañes.


¿Qué podés hacer?

No hace falta cambiar todo de golpe.
Podés empezar por mirar lo que pasa con un poco más de conciencia.

  • Notá qué parte está actuando.
  • Preguntate qué está queriendo evitar.
  • Agradecele por intentar ayudarte.
  • Y ofrecé una posibilidad más actual, más suave, más presente.

A veces, solo con reconocer que ya no necesitás vivir como antes… algo adentro se relaja.


Para terminar

No hay nada de malo en querer protegernos.
Lo hicimos como pudimos, y muchas veces fue lo que nos salvó.

Pero hoy, si seguimos haciendo lo mismo…
capaz que no nos está salvando, sino atándonos.

Y eso se puede ver.
Y eso se puede acompañar.
Y desde ahí, puede empezar a cambiar.

No se trata de dejar de protegerte. Se trata de encontrar una forma nueva de hacerlo.

Deja un comentario