En los procesos de autoconocimiento, no todo pasa por lo que pensamos o sentimos. A veces, también necesitamos notar cómo se expresa el cuerpo.
En IFS solemos escuchar lo que las partes piensan o sienten. Pero hay momentos en los que eso no alcanza. Hay partes que necesitan algo más para sentirse vistas: necesitan moverse. Necesitan tomar el cuerpo por un momento para expresarse con total libertad, con un movimiento que no está dirigido por la mente, sino por algo más profundo. Como dice Richard Schwartz en la introducción al libro IFS Somatic de Susan McConnell, aprendió “el valor de dejar a veces que una parte tome el control y mueva el cuerpo de uno para que se sienta plenamente atestiguada”.
Esta idea puede sonar inquietante si se interpreta desde la mezcla. Pero no se trata de actuar sin conciencia, ni de dejar que una parte nos arrastre a un impulso. Lo que propone esta mirada somática es algo mucho más sutil y valioso: invitar a una parte a expresarse físicamente y acompañarla con presencia.
¿Qué significa dejar que una parte mueva el cuerpo?
En la práctica, es simplemente estar con una parte, escucharla, y si surge un impulso físico —una postura, un gesto, una inclinación, un movimiento— permitirlo. No se fuerza, no se actúa, no se interpreta. Solo se deja espacio.
Ahora bien, es importante aclarar algo fundamental: en IFS, el Self no domina ni controla a las partes. No les ordena ni las obliga. Su rol es otro: acompaña, colabora y ofrece presencia. Las partes no se “quitan del medio”; se separan cuando se sienten seguras, escuchadas y respetadas.
Por eso, cuando hablamos de dejar que una parte mueva el cuerpo, no nos referimos a un acto de control o de permiso jerárquico. Lo que hacemos es invitar a esa parte a expresarse, si así lo desea, y ofrecerle un espacio seguro y sin juicio donde pueda hacerlo. Esa invitación, hecha desde la presencia del Self, es ya en sí misma una forma de respeto profundo hacia su vivencia.
Ese espacio puede ser profundamente sanador. Porque a veces una parte no puede decir con palabras lo que necesita mostrar. Un brazo que tiembla, un pecho que se hunde, unos hombros que se encogen, unas piernas que quieren correr… Son expresiones que hablan de historias que el cuerpo no ha olvidado.
El cuerpo como lugar de encuentro
Desde esta perspectiva, el cuerpo no es solo un contenedor de sensaciones. Es un escenario vivo donde las partes se manifiestan. Y cuando una parte encuentra en el cuerpo un modo de expresarse sin censura, algo cambia. Se siente reconocida. Se siente validada. Se siente atestiguada.
No siempre es necesario interpretar lo que hace el cuerpo. A veces basta con acompañarlo, con observar, con estar presente desde el Self. Y eso ya es profundamente reparador.
¿Y si lo probamos?
Podés probarlo en tu propio proceso o en tus sesiones, con mucha suavidad. Ante una parte que se presenta con fuerza, podés preguntarle:
- ¿Querés mostrarme algo con el cuerpo?
- ¿Qué necesita hacer tu cuerpo para ayudarte a expresar lo que sentís?
- ¿Puedo dejar que ese movimiento suceda, sin juzgarlo ni apurarlo?
Y observar. A veces el cuerpo apenas se mueve. A veces sorprende. Pero si hay presencia del Self, siempre hay algo valioso en lo que aparece.
El valor de la presencia encarnada
El enfoque somático en IFS nos invita a dar un paso más: no solo entender nuestras partes, sino también sentirlas en el cuerpo y permitirles mostrarse de verdad. Esto requiere valentía, sensibilidad y respeto. Pero cuando se logra, el efecto es profundo: muchas partes se relajan solo al saberse vistas. Y pocas formas de testimoniar son tan completas como estar presente mientras una parte se mueve y se muestra tal como es.