Isa asintió ante la observación de Sara, una sombra de tristeza en sus ojos. «Sí, esa parte herida, a veces se le llama el ‘exiliado’ en la terapia de IFS. Y tienes razón, se sentía muy abandonada, muy sola.»
Continuó, «Esa parte de mí era una niña asustada y herida que se sentía rechazada y abandonada. Había estado tan asustada y herida que me la había guardado muy adentro, intentando olvidarla. Y por eso se convirtió en una ‘exiliada’. Pero cada vez que algo en mi vida activaba esos viejos miedos y heridas, la parte protectora se ponía en marcha, tratando de mantener a raya el dolor.»
El rostro de Isa se suavizó mientras recordaba su viaje de descubrimiento. «La primera vez que conecté con mi exiliada, fue algo abrumador. Fue doloroso darme cuenta de lo mucho que había estado sufriendo. Pero trabajando con mi terapeuta, pronto me di cuenta de que mi exiliada no necesitaba estar en la oscuridad. Necesitaba ser vista, ser escuchada, ser sanada.»
«Y una vez que entendí eso, las cosas empezaron a cambiar. Comencé a trabajar con mi parte protectora, ayudándola a comprender que no necesitaba estar siempre en guardia. Que podía relajarse y permitirme sanar a mi exiliada. Este proceso llevó algo de tiempo, pero una vez que mi parte protectora pudo reconocerme me abrió las puertas y fue muy liberador.»
Isa sonrió, «Y eso es lo que ves en mí ahora. No estoy completamente curada, todavía tengo trabajo por hacer. Pero he comenzado a sanar, y eso ha cambiado todo para mí.»
Sara escuchó con atención, sintiendo una profunda admiración por la valentía y la fuerza de Isa. Y mientras Isa compartía su historia, Sara comenzó a comprender que todos llevamos partes heridas en nosotros, y que con compasión y comprensión, también podemos empezar a sanarlas.